¿Quién pagará realmente los aranceles que México impone a los países orientales?
El gobierno federal ha presentado su nuevo presupuesto con una apuesta clara: los aranceles como eje central de los ingresos. La medida, que busca “proteger a la industria nacional” frente a la competencia de países orientales sin tratados de libre comercio, especialmente China, plantea más dudas que certezas.
La narrativa oficial asegura que estos gravámenes fortalecerán la economía mexicana y equilibrarán el terreno de juego para las empresas locales. Pero la realidad es más compleja: los aranceles rara vez los pagan los exportadores extranjeros; quien termina absorbiendo el golpe es el consumidor mexicano.
Impacto directo en los bolsillos
Cuando un contenedor con productos asiáticos llegue a puertos mexicanos, el arancel se suma al costo de importación. Las empresas que distribuyen esos productos no asumirán esa pérdida: la trasladarán al precio final.
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El efecto inmediato: los precios de electrónicos, autopartes, textiles y bienes de consumo masivo subirán en México.
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Los más golpeados: la clase media y baja, que depende de estos productos por su accesibilidad en precio.
El espejismo de la “protección industrial”
El gobierno argumenta que estas barreras comerciales darán oxígeno a las industrias locales. Sin embargo, muchas cadenas productivas mexicanas dependen de insumos orientales. Incrementar el costo de esos insumos encarece también los productos nacionales, lo que reduce competitividad tanto en el mercado interno como en la exportación. En resumen: no se trata de proteger, sino de encarecer la producción.
El riesgo inflacionario
Al basar el presupuesto en un aumento de ingresos por aranceles, la administración parece ignorar un efecto colateral evidente: inflación. A más aranceles, más precios altos. A más precios altos, menos consumo. Y con menor consumo, la economía se desacelera. El círculo vicioso podría anular los beneficios recaudatorios, generando más presión sobre el Banco de México y reduciendo el poder adquisitivo de la población.
Conclusión crítica
El discurso del “costo para los países orientales” es un espejismo político. No serán las fábricas chinas quienes paguen el precio, sino los hogares mexicanos. La medida, en lugar de ser un escudo protector, podría convertirse en un boomerang económico, golpeando directamente a quienes el gobierno asegura querer defender.