Noroña y la casita de 12 millones: la incoherencia de quien predica austeridad y vive en privilegio
Gerardo Fernández Noroña siempre se ha vendido como el político del pueblo, el defensor de la clase media baja, el que presume su vida sencilla y critica el derroche de otros. Pero la realidad lo alcanzó: una casa valuada en 12 millones de pesos en Tepoztlán pone en evidencia que su discurso de austeridad no es más que una farsa.
Un patrimonio que no cuadra con su historia
La explicación de Noroña fue casi una burla: dijo que la casa la está pagando “a crédito”, como si con esa frase pudiera disipar las dudas. El problema es que en Tepoztlán, por el régimen comunal de tierras, es casi imposible adquirir propiedades con créditos bancarios tradicionales o Infonavit. En otras palabras: su justificación no solo es débil, es absurda.
Mientras él se acomoda en su casita de lujo, los mismos ciudadanos a quienes dice representar apenas pueden sobrevivir a las rentas infladas y a la inflación que golpea a las familias mexicanas.
El doble discurso de la 4T
Noroña, como muchos de sus aliados en la llamada “Cuarta Transformación”, exige modestia y critica a quienes acumulan riquezas. Pero cuando se trata de él, los millones parecen un “detalle”. Este tipo de contradicciones alimenta la percepción de que la 4T se volvió lo que juró destruir: un club de élites disfrazado de pueblo.
Ataque para desviar la atención
Y para colmo, cuando los medios, incluida Azucena Uresti, exhibieron las dudas legítimas sobre la adquisición, Noroña reaccionó como acostumbra: atacando al mensajero. Señaló propiedades y lujos de periodistas, como si fueran funcionarios públicos obligados a transparentar bienes. Pero la verdad es sencilla: Uresti no es funcionaria, no tiene obligación legal de transparentar nada. El único que debe rendir cuentas aquí es él.
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La casita de 12 millones no es un logro, es una vergüenza política. Es la muestra más clara de que la retórica de austeridad de Noroña se derrumba frente a los hechos. Y su reacción de atacar periodistas en vez de responder con pruebas, solo confirma su talante autoritario.
En un país donde millones batallan para pagar renta, que un político se refugie en frases como “la pago a crédito” es insultar la inteligencia de la gente.
La pregunta es simple: ¿cómo la pagó? Y hasta que no dé una respuesta convincente, cada metro cuadrado de esa casa será un ladrillo más en el muro de la hipocresía política.