El Batán: cuando la política mata la razón y condena a Querétaro a la contaminación
Querétaro volvió a ser testigo de cómo los intereses políticos pesan más que la salud de la gente. El proyecto hídrico El Batán, impulsado por el gobierno estatal y respaldado por especialistas, ingenieros y organismos técnicos, fue declarado “muerto” por el gobernador Mauricio Kuri, no por falta de viabilidad ni de recursos, sino por la cerrazón de una Legislatura que prefirió atrincherarse en colores partidistas.
La disputa política sobre el agua
El proyecto buscaba garantizar agua limpia y segura para miles de familias, modernizar la infraestructura hídrica y frenar la creciente contaminación en ríos, presas y bordos de la entidad. Sin embargo, la discusión se contaminó más rápido que los cauces del río Querétaro: diputados de oposición cerraron filas, no por argumentos técnicos, sino porque provenía de un gobierno que no es de su “precedencia política”.
El resultado es claro: ganó la grilla, perdió la razón.
El costo de la inacción
La negativa legislativa condena a Querétaro a seguir viendo cómo sus cuerpos de agua se llenan de descargas residuales, basura y químicos. Las comunidades que viven de la agricultura y del campo seguirán expuestas a aguas contaminadas, y el discurso ambientalista de algunos partidos queda reducido a papel mojado.
Mientras en el Congreso se celebra la “victoria política”, en las calles y comunidades rurales la realidad es otra: el agua sucia seguirá corriendo y los problemas de salud pública se agravarán.
Un futuro en riesgo
El gobernador Kuri fue contundente: “El Batán está muerto”. Y con ello, se enterró no solo un proyecto hídrico, sino también una oportunidad histórica de elevar la calidad de vida de los queretanos. Hoy queda claro que en Querétaro, el agua también es rehén de la política.
