La política mexicana vivió este miércoles uno de sus momentos más tensos —y, para muchos, hasta catárticos— cuando Alejandro “Alito” Moreno encaró y golpeó al presidente del Senado, Gerardo Fernández Noroña, en plena sesión de la Comisión Permanente.
El episodio, ocurrido frente a las cámaras y con el Himno Nacional de fondo, desató indignación en unos… pero en otros, un aire de “justicia poética”.
“Ya era hora”
Desde hace años, Noroña se ha ganado detractores por su estilo confrontativo, sus desplantes en tribuna y sus frecuentes insultos a la oposición. Para una buena parte de la clase política —y de la opinión pública— lo ocurrido hoy no fue una sorpresa, sino la consecuencia natural de un político que colecciona enemigos.
“Alito solo hizo lo que muchos ya querían hacer”, se escuchó en los pasillos legislativos después del altercado. Y no fueron pocos los que consideraron que el golpe simbolizó un límite al estilo bravucón de Noroña.
El choque en el pleno
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Alito subió al estrado, exigió la palabra y, tras un intercambio de gritos, empujó y lanzó puñetazos contra Noroña.
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El jaloneo terminó involucrando a colaboradores y senadores, algunos de los cuales resultaron golpeados.
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Los videos se viralizaron en minutos, con reacciones que iban desde la condena hasta los aplausos.
Entre la condena y el aplauso
Mientras Noroña denuncia agresión y anuncia acciones legales, en redes sociales las opiniones se polarizaron. Unos exigen sanciones contra Moreno; otros, en cambio, celebran lo ocurrido como un momento de reivindicación frente a quien consideran un político “abusivo y provocador”.
Nota editorial
En En Contacto Noticias no justificamos la violencia, pero no podemos ignorar la lectura política de lo sucedido. Lo que pasó en el Senado no fue solo un golpe: fue la materialización del hartazgo contra un estilo de hacer política basado en el insulto y la provocación.
Para muchos, lo de hoy no fue una agresión… fue el merecido que tarde o temprano tenía que llegar.