Un Poder Judicial nacido roto: fallas, sombras y la imposición de la 4T
La llamada “nueva Suprema Corte de Justicia de la Nación” no empezó con esperanza, sino con desconfianza. Desde su origen, el proyecto arrastra fallas catastróficas que ponen en duda su legitimidad, su independencia y hasta su capacidad.
Ministros de Morena, no del pueblo
La primera herida fue visible desde la integración: la mayoría de los nuevos ministros y jueces están ligados a Morena, el partido en el poder. Lo que se vendió como un proceso democrático terminó siendo un reparto político disfrazado de elección popular.
Tómbolas sin transparencia
El mecanismo de selección mediante tómbolas fue un espectáculo más que un proceso serio. Sin transparencia, sin certeza y sin vigilancia ciudadana, los nuevos togados aparecieron de la nada, como si la justicia se pudiera rifar en una feria.
Sin carrera terminada, sin experiencia judicial
Lo más grave: algunos ministros y jueces no tienen carrera terminada, o carecen de la experiencia mínima para impartir justicia en el más alto nivel. Abogados sin trayectoria, sin sentencias previas, sin preparación real, hoy ocupan un asiento en la institución que debería garantizar el Estado de Derecho.
El espejismo democrático del 13%
El gobierno presume que “el pueblo eligió” a los nuevos jueces y ministros porque el 13% del padrón votó. Pero lo que no dice es que el 87% de los mexicanos le dio la espalda a esta votación, una abstención que grita más fuerte que cualquier urna llena. Esa ausencia masiva no es indiferencia: es desconfianza y rechazo a un proceso que nunca convenció.
En Contacto Noticias lo dice sin rodeos
Este Poder Judicial no nació del pueblo, ni para el pueblo. Nació de un proceso manipulado, oscuro y mediocre. Pretender que la justicia emane de tómbolas y favores partidistas es condenar a México a una Corte de papel, dócil y sin credibilidad.
La independencia judicial no se proclama en discursos, se construye con integridad. Y mientras en la nueva Corte se sienten ministros improvisados, con padrinos políticos o vínculos criminales, la justicia seguirá siendo rehén del poder.
La primera semana ya lo dejó claro: lo que empezó roto, no se puede enderezar con discursos ni rituales.