Justicia VIP: Noroña denuncia desde el Senado y Alito pide protección de periodistas
El escándalo en el Senado no terminó con empujones ni gritos. El pleito entre Gerardo Fernández Noroña y Alejandro “Alito” Moreno abrió la puerta a una indignación ciudadana más grande: cómo la clase política logra que la justicia funcione a su medida, mientras para el ciudadano común sigue siendo lenta, lejana y burocrática.
Noroña y la justicia “a domicilio”
Tras el altercado, Noroña acusó a Alito de agresión física y amenazas de muerte. La denuncia no sorprendió, pero sí la manera en que se presentó: el Ministerio Público acudió al Senado para tomarle declaración, tanto a él como a su camarógrafo Emiliano González, lesionado en la trifulca.
Un privilegio que desató la furia en redes sociales y que fue bautizado como “justicia a domicilio”. Activistas como Ceci Flores, de Madres Buscadoras, lo dijeron sin rodeos:
“Los senadores tienen justicia a domicilio, mientras nosotras tenemos que rascar la tierra para buscarla”.
Alito y el mecanismo que no le corresponde
Mientras tanto, Alito Moreno fue más allá: pidió incorporarse al Mecanismo de Protección para Personas Defensoras de Derechos Humanos y Periodistas, alegando que Noroña lo amenazó de muerte.
El problema es evidente: el mecanismo fue creado para proteger a periodistas y activistas en riesgo real, no para blindar a políticos con escoltas y fuero. En un país donde ejercer el periodismo es una sentencia de muerte para muchos, la solicitud de Alito es vista como un insulto.
La doble moral institucional
El contraste es brutal. Para los senadores, la justicia llega rápido y hasta su oficina. Para periodistas y defensores sociales, la espera puede ser eterna… si es que algún día llega.
Lo que debía ser un mecanismo para salvar vidas se convirtió en la estrategia política de quienes convirtieron el Congreso en ring de box.
En Contacto Noticias lo dice claro
La bronca entre Noroña y Alito no es solo anécdota de pasillo: es una muestra de cómo la justicia en México tiene dos velocidades. Una, VIP y exprés para la élite política. Otra, lenta y mortal para quienes de verdad la necesitan.
Y ahí está la indignación: mientras miles de familias esperan justicia por asesinatos, desapariciones y amenazas, en el Senado los pleitos de poder ya tienen servicio a domicilio.